Jorge Javier Romero: La política del mañana. La futura forma institucional

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La Transición a la democracia y la reorganización institucional consecuente en México son los temas analizados por el autor. Se trata de identificar las nuevas formas de arreglo político que garanticen la transición y el desarrollo político y económico del país. La instauración de la democracia en el país, como forma de organización política, implica necesariamente la creación y destrucción de instituciones. El cambio afectara a todo el espectro de la vida social del país.

El autor inicia su texto mostrándonos el esquema conceptual que maneja y utiliza para interpretar la realidad mexicana. Define por principio de cuentas el término institución; para el autor la institución es el conjunto de rutinas de comportamiento o reglas del juego que surgen para reducir la incertidumbre existente en la interacción entre los entes sociales, la repetición durante prolongados períodos en el tiempo de estas rutinas constituyen las instituciones.

La función básica de las instituciones es la de reducir la incertidumbre del hombre frente a su medio y los demás. Los cambios institucionales son necesarios en la medida en que se produce una variación en el conocimiento sobre el entorno o por un cambio generado en el marco de las relaciones de las organizaciones que se desempeñan en un determinado entorno. La transición mexicana a la democracia sería en sí misma, según Romero, un proceso de cambio institucional.

Pero el cambio institucional necesita para realizarse no sólo la modificación del medio, sino el reconocimiento, por parte de los principales actores, de los beneficios que vendrían acompañados con el cambio institucional. En consecuencia, en el caso mexicano, solo reconociendo los beneficios futuros de la democratización se procederá el cambio (como se vio finalmente, se apostó a la democracia para evitar que la política se tornará mucho más violenta y proporcionar al mismo tiempo los canales mediatizados para la participación popular; el desacuerdo no se mostraría por levantamientos armados, sino por la alternancia en el poder y la celebración de elecciones).

El éxito de los cambios institucionales en la transición a la democracia depende de ciertas reglas que deben ser cumplidas; se habla por ejemplo de la necesidad de que el Estado no se constituya como un ente autónomo y se convierta en un tercer partido con intereses propios, sino que debe de establecerse como un agente de coalición entre las fuerzas políticas; además es necesario crear un entramado institucional que les brinde a todos los actores una visión de futuro con el objetivo de que acepten las nuevas reglas del juego y no se opongan a ellas; de la creación de instituciones reconocidas como equitativas por los actores más importantes.

El problema en México es que los cambios institucionales que se han pretendido realizar han sido incompletos. La idea original que motivo el cambio varía demasiado con respecto al resultado final. La renovación total de la sociedad no ha sido posible y residuos del anterior orden institucional han permanecido en la instauración de un nuevo régimen.

El régimen pos-revolucionario, por ejemplo, conservó rasgos institucionales de sus predecesores, que junto con las nuevas características permitieron el surgimiento de un nuevo orden estable gracias al diseño de un complejo conjunto de equilibrios institucionales. Las instituciones generadas por la Revolución (presidencialismo, corporativismo, partido oficial, no-reelección, etc.) funcionaron relativamente bien hasta que la realidad fue transformándose poco a poco hasta convertir a algunas de estas instituciones en inoperantes

La oposición generalizada a las instituciones pos-revolucionarias (rebelión estudiantil, sindicalismo independiente, guerrillas, escisiones al interior del partido oficial) junto con la crisis económica han venido obligando a una nueva transformación institucional. El problema, que es en el que ahora estamos inmersos, es el de definir cuales serán las instituciones que guiarán de ahora en adelante al país, en este momento en que algunas de las anteriores han mostrado su obsolescencia para mantener la estabilidad en el país.

El autor señala que estos cambios institucionales deben de considerar:

De la fortuna de este cambio institucional dependerá la estabilidad y el desarrollo futuro del país. El autor advierte que la transformación de las instituciones no implica la destrucción de las anteriores, es necesario en aras de la estabilidad que algunas se conserven del régimen anterior.

5 años después de haber sido escrito este texto, continuamos en el camino de la transición a la democracia. Muchas cosas han pasado desde entonces: inició un levantamiento campesino en el sudeste del país; se reformó la dependencia encargada de la organización de las elecciones (este órgano se alejó de la esfera y control gubernamental, convirtiéndose en un organismo ciudadano); se celebraron las elecciones presidenciales con la mayor credibilidad en los últimos tiempos; se instituyó un Congreso con una mayoría perteneciente a los partidos de oposición; se respetaron triunfos electorales de la oposición en municipios, gubernaturas y congresos locales; la oposición ganó gubernaturas gracias al voto popular y no por producto de concertacesiones; etc.

La transición es aún inconclusa y enfrenta todavía algunas resistencias. Sin embargo la inestabilidad política se ha diluido, la amenaza de una explosión social es cada vez menor gracias a la mayor participación popular en las tomas de decisiones, a pesar de la brutal crisis económica (que ha sido la prueba de fuego para el naciente orden institucional, la tentación de volver a formas autoritarias sería la mayor amenaza). El futuro está lleno de peligros, pero con una organización política democrática serán mucho más llevaderos los problemas.

Bibliografía

Jorge Javier Romero, "La política del mañana. La futura forma institucional", Nexos, 16 (1993), núm. 192, pp 53-67.


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